martes, 13 de junio de 2017

martes, 22 de noviembre de 2016

M...


Múdame la piel del alma con tus caricias.
Maldice el tiempo que nos frenó y llenó de ausencias.
Memoriza los lunares de cada pliegue de mi cuerpo.
Márcame tus huellas en línea con el estrecho.
Movilízame las ganas del encuentro en el paraíso.

Mírame en el espejo que la luna nos dijo.



Múdame los recuerdos del deseo a escondidas.
Maldice el olvido de otra clase de conciencia.
Memoriza las líneas que en mi vida hirieron.
Márcame despacito la melodía del encuentro.
Movilízame el pensamiento a un ritmo preciso.
Mírame muy dentro donde nadie quiso.


Múdame al planeta de rarezas compartidas
Maldice la derrota que anda presa en la guarida
Memoriza las heridas que en el pasado ya murieron
Márcame el desenlace que las prisas y huyeron
Movilízame los sueños sin ni siquiera preaviso.
Mírame de soslayo que las letras improviso.

lunes, 25 de abril de 2016

Elijo besayunarte

Sí,
media hora más entremezcladas en las sábanas posponiendo una vez más la subida de las persianas.  Como si de la máxima felicidad se tratara me quedo a vivir en tus ojos, un rato más,  un día más y si gustas toda la vida.
Abrazos en cadena, olor a noche, la tuya, la mía. Cancelemos las citas,  el día amanece dentro de la cama, no hay prisas prefiero besayunarte.
Aguarda ahí, no te muevas, quédate a mi lado y déjame que te cuente los lunares, es el único mapa que me he aprendido de memoria porque tiene las claves de la felicidad.
Y si nos quedamos otra media hora más en la cama, desgastando saliva, reinventando nuestro mundo con todo incluido en emociones. Abre los ojos de a poco, guarda en el recuerdo este instante que es el mejor de los regalos.

jueves, 21 de abril de 2016

Cuánto duelen esos cristales rotos en las entrañas, que desagradable la sensación de sentirse incompleto después de todos estos años. En qué momento se desmoronó el castillo del aire, el futuro de dos, la sonrisa perfecta. 
Me encuentro deshecho, sin fuerzas para analizar lo ocurrido, con la certeza de que aposté todo y ahora me veo de manos atadas y frente despierta. A raudales, te he querido a raudales, por encima de mis posibilidades, quizás más que a mí mismo por eso he acabado por olvidarme de soñar. 
No quisiera deshacer los nudos de la memoria, arrasar con los recuerdos y mandarlos a la luna. Quiero que me quieras bien y me permitas avanzar a solas, hay que curar las heridas que aun supuran después de la madrugada desierta. 
No me gustaría que corrieras, que se te acelerara el pulso con alguien distinto a mí, no todavía, sana tu alma, conócete a ti misma sé a ciencia cierta de que vales mucho más de los que piensas. Me gustaría acariciar lo vivido, darle el valor que se merecen a esos años compartidos, sopesar las risas de madrugadas con los te quiero que se quedaron a medio camino.
No quisiera verte renunciar a tus sueños, a ese querer mejorar aun sabiendo que ya has triunfado, no es tiempo de espera es tiempo de seguir creciendo. Quiero que des forma a tus palabras, que ordenes el sinsentido que mora en tu cabeza, que asumas el retroceso a ese punto de inflexión que hace meses nos ataba a la rutina. 
No me gustaría quedarme anclado a tu mar de dudas, ni hacer del hoy una renuncia al mañana contigo, no puedo avanzar si me quedo suspendido en los puntos finales. Me gustaría acallar las voces, tomarme mi tiempo, ahorrarme las explicaciones y encontrar la calma en la almohada. 
Quiero creer que estamos haciendo lo correcto, siendo coherente con los latidos, batiendo las alas e iniciando el vuelo en solitario. Tal vez nos crucemos entre las nubes. 

lunes, 18 de abril de 2016

Los recovecos del cerebro

Hacerle caso al impulso de desbordar la ansiedad en letras, de plantear una duda al aire sobre la maldad humana y los recovecos del cerebro. Cuán dañada tiene que estar una persona para invadir la libertad del otro, para hacer del libertinaje su propia bandera, para alzar las armas y destruir las almas de las víctimas. 

La razón no me alcanza para entender cómo cada vez se perfeccionan más los instrumentos de tortura, se hacen más silenciosos para acallar la culpa, tan sofisticados que enmascare el asco y tan burdos que desaten la locura y entierren la conciencia. Cómo de destruido tiene que estar uno por dentro para que aun viendo el sufrimiento ajeno no se tenga empatía por alguien tan parecido a ti. 

Los fantasmas del pasado se apoderan de los sentimientos, confunden los recuerdos y entremezclan los esquemas. Se agazapan detrás de la cortina y a la más mínima te hacen saltar las alarmas y atacar por pura defensa. 

La gula aumenta el deseo de venganza, la soberbia te hace pensar que eres invencible, la pereza te convierte en débil, la avaricia abarata los costes de la guerra, la envidia te sitúa a la cabeza de todas las comparaciones, la lujuria inventa fetiches asquerosos y la ira, malévola e insensata, destruye todo a su paso dejando efectos colaterales.


Ese deseo de venganza es tan fuerte que suprime el control, engrandece el odio y redime a la ignorancia. Desordena los tornillos de la cabeza y esparce las tuercas a las manos de los cobardes. Quién provoca que se encienda la mecha y en qué momento se diluyen tanto los límites para que todo valga. Me resigno a creer que es la naturaleza primitiva del hombre, su instinto de muerte. Abandonarse a la suerte de hacer justicia por ese ego que crece en las entrañas y nubla la razón. 

Dónde poner el punto y final a tanto daño, a ese ocultarse detrás de religiones, mentiras enredadas, máscaras de acero y corazones de piedra. Malditos insensatos que creen que tienen el poder de ponerlos en la balanza y que pese más la muerte. Cómplices silenciosos que permiten que venzan los malos que se vanaglorien triunfantes alzando sus banderas. Definitivamente me convenzo de que a pie de calle está el infierno. 

viernes, 8 de abril de 2016

Y si... llegamos a 1000 y seguimos sumando

Y si decido enamorarme en verano después de una primavera de barbecho, y si dejo que se caigan las hojas en otoño deshojando margaritas para saber si he conseguido conquistarte. 
Y si en pleno invierno me asaltan las ganas de saborear un helado y si en verano prefiero que me arropes porque se me ha metido el frío en los huesos.
Y si grito ahogando el silencio tomando decisiones apresuradas y si se inclina la balanza hacia el riesgo y vuelve a caer la ruleta en rojo. 
Y si decido pararme para empezar la huida y si emprendo con los pies firmes en el suelo la marcha.
Y si pierdo la locura por rendirle cuentas a mi cabeza y si el cerebro empieza a latir perezoso de ilusión. 
Y si el ciego comienza a ver la luz del faro, el sordo es testigo de la crítica y el mudo narra la historia desde el principio. 
Y si volvemos a los orígenes donde nos manejábamos en el caos y si cruzo la meta para sentirme en casa.  
Y si dejo de buscar la salida para encontrarme y si rememoro la primera ducha de cuerpos calientes y almas desnudas. 
Y si corto la trayectoria de la moneda en el aire y si reniego de lo que sé apresando la incertidumbre heredera del cambio. 
Y si a la vida se le antoja que la rueda vuelva a girar y si ese giro transforma relaciones y las convierte en eternas.



lunes, 28 de marzo de 2016

Paladar exquisito

Me recorre una agradable sensación en los labios, todavía tengo el regusto del vino dulce y en los oídos el tintineo de dos copas al brindar. Situar el amor en un espacio de ayer con la nostalgia impregnada en las paredes y ese plato perfectamente elegido coronando una mesa para dos. 
Conquistar por medio del paladar, una tarea digno de un buen maestro, sellar abrazos con una mirada a los ojos y unas manos entrelazadas que no se esconden debajo de la mesa. Promesas que son un péndulo luchando cara a cara con la rutina. Si vienes prometo quedarme a vivir en tus pupilas. Si vas a quedarte prometo volver a la calma pegada a tu espalda. Prometo dejar de prometer si nos cambia la vida. Sí, quiero. 
A nuestro lado, se escuchan conversaciones ajenas, son dos hombres arreglando el mundo mientras brindan con Lunares. Cuántos proyectos se inician en la sobremesa que no van más allá de los postres o cuántas propuestas se materializan al sobrevivir a la resaca. Embriagados del buen vino, con el sol reflejándose en los castellanos, departiendo entre plato y plato, mientras pasa el camarero sumergido en su trabajo ajeno a lo que se cuece más allá de la cocina.

Perdone, dos copas más de vino dulce que las palabras tiene dueño y traviesas corren hacía tus oídos. Déjame que mi lengua te revele lo que mi piel no alcanza a decirte, piérdete en ensoñaciones en esta víspera de vacaciones que mi tiempo es más mío si te pertenece, que la libertad de acudir a tu encuentro se engrandece con tus latidos.
Déjame que te cuente como quiero que sea nuestro mundo, un último brindis alzando la copa y rindiendo homenaje a la cordura, mientras ellos tejen proyectos yo me pierdo enloquecida en tu perfume.